Yo soy el rey de un país lluvioso,
Rico pero impotente, joven pero achacoso,
Que despreciando halagos de cien concejales,
Rico pero impotente, joven pero achacoso,
Que despreciando halagos de cien concejales,
Se aburre con sus perros y demás animales.
Nada puede alegrarme: ni cazar, ni mi halcón,
Ni mi pueblo muriéndose delante del balcón.
Ni mi pueblo muriéndose delante del balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
No distrae mi frente de enfermo maldito;
En cripta yo convierto mi lecho blasonado,
Y las damas, que cada príncipe hallan de su agrado,
No saben ya encontrar un vestido indiscreto
Que logre una sonrisa del joven esqueleto.
El sabio que me acuña el oro no ha podido
Extirpar de mi ser los humores corrompidos,
Y los baños de sangre que hacían los romanos,
Que a menudo recuerdan a viejos soberanos,
Revivir este cadáver tampoco han sabido
Porque tengo -en vez de sangre- agua verde del olvido...
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