jueves, 3 de marzo de 2011

el rey de un pais lluvioso y otros sonetos, de baudelaire

Baudelaire fue el Poe frances, el unico que logro expresar la podredumbre de su vida como no pudieron ni Sartre, ni Proust ni los otros.

Yo soy el rey de un país lluvioso,
Rico pero impotente, joven pero achacoso,
Que despreciando halagos de cien concejales,
Se aburre con sus perros  y demás animales.
Nada puede alegrarme: ni cazar, ni mi halcón,
Ni mi pueblo muriéndose delante del balcón.

La grotesca balada del bufón favorito
No distrae mi frente de enfermo maldito;
En cripta yo convierto mi lecho blasonado,
Y las damas, que cada príncipe hallan de su agrado,
No saben ya encontrar un vestido indiscreto
Que logre una sonrisa del joven esqueleto.

El sabio que me acuña el oro no ha podido
Extirpar de mi ser los humores corrompidos,
Y los baños de sangre que hacían los romanos,
Que a menudo recuerdan a viejos soberanos,
Revivir este cadáver tampoco han sabido
Porque tengo -en vez de sangre- agua verde del olvido...

sobre heroes y tumbas, de sabato

pese a los que odian a Sabato, la mejor novela argentina del siglo 20. Alli hay de todo.
Fragmento:

Mas no podía pensar, aunque mantenía una especie de vaga conciencia y de pesada memoria de mi infancia. Pájaros a quienes yo había arrancado los ojos en aquellos años sangrientos parecían volar en las alturas, planeando sobre mí como si vigilaran mi viaje; porque, sin pensarlo, ya que estaba como desprovisto de pensamiento, yo remaba en una dirección que parecía ser la dirección en que aquel sol nocturno se pondría horas o siglos después. Me parecía oír el batir pesado de sus grandes alas, como si aquellos pájaros de mi niñez se hubiesen convertido ahora en enormes pterodáctilos o en murciélagos gigantescos. Arriba y a mis espaldas, es decir, a lo que sería el Este de aquel inmenso piélago negro, presentía un anciano, que lleno de resentimiento, también vigilaba mi marcha: tenía un solo y enorme ojo en la frente, como un cíclope, y sus dimensiones eran tales que su cabeza estaba más o menos en el cénit mientras su cuerpo descendía hasta el horizonte. Su presencia, que yo sentía en forma casi intolerable, hasta el punto de que podría describir la expresión horrible de su rostro, me impedía volverme hacia atrás y mantenía no sólo mi cuerpo sino hasta mi cara en la direccion opuesta.
“Allí está la gruta”, recuerdo que pensé. ¿Qué gruta? ¿Y por qué yo había de llegar hasta ella? Ninguna de esas preguntas me hice en aquel momento y a ninguna de ellas podría ahora responder. Sólo sabía que debía llegar y que, costase lo que costare, debía penetrar en ella. Debo decir que se mantenía la presencia colosal del desconocido a mis espaldas. Con su único ojo, abierto sin descanso, fulgurante de odio, parecía vigilar y hasta dirigir, como un pérfido oficial de ruta, mi marcha hacia el Oeste. Sus brazos, abiertos, abarcaban todo el cielo a mis espaldas y parecían apoyarse con sus manos hacia el Norte y hacia el Sur, ocupando de ese modo toda la mitad posterior de aquella bóveda. Mi situación era tal que no tenía otra solución que marchar hacia el poniente, y dentro de aquella realidad demencial yo veía eso como una lógica y razonable conclusión. La idea era: huir de su mirada, meterme en la gruta donde yo sabía que su mirada tendría por fin que ser impotente. Así caminé durante un tiempo que me pareció de un año. El astro seguía bajando y, si bien la montaña estaba más cerca, todavía la distancia era aterradora. El último trayecto lo hice luchando contra el cansancio, el miedo y la desesperanza. A mis espaldas sentía la sonrisa siniestra del Hombre. Sobre mí sentía el vuelo pesado de los pterodáctilos, que planeaban y a veces hasta me rozaban con sus alas.

el largo adios, de chandler

la mejor novela policial, y sobre la amistad, escrita.
Final:

—Usted compró mucho de mí y por nada, Terry. Por una sonrisa, una inclinación de cabeza, un saludo con la mano y algunas copas tomadas de vez en cuando en un bar tranquilo y confortable. Fue agradable mientras duró. Hasta la vista, amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final.
—Regresé demasiado tarde —dijo—. Estos trabajos plásticos llevan tiempo.
—Usted no habría regresado si yo no hubiera descubierto todo el asunto.
En sus ojos vi súbitamente un reflejo de lágrimas. En seguida se colocó los anteojos oscuros.
—No estaba seguro —me contestó—. No me había decidido. No querían que le dijera nada a usted y yo no estaba decidido.
—No se preocupe por eso, Terry.
—Estuve en los comandos, amigo. Uno no puede ingresar ahí si es un tipo blando. Quedé malherido y le aseguro que no era nada divertido estar con esos médicos alemanes. Eso influyó mucho en mi manera de ser.
—Estoy enterado de todo, Terry. En muchos sentidos usted es un buen muchacho. No lo estoy juzgando y nunca lo hice. Lo que pasa es que usted ya no está más aquí. Hace mucho tiempo que se fue. Ahora usa ropas finas y perfume y está tan elegante como una puta de cincuenta dólares.
—No hago más que representar un papel —dijo casi con desesperación.
—Y con eso no sacó nada bueno, ¿no es así?
Sus labios se abrieron en una sonrisa amarga.
—Por supuesto. Todo no es más que una representación. No hay nada más. Aquí dentro —se golpeó el pecho con el encendedor—, no hay nada. Antes había algo, Marlowe. Hace mucho tiempo. Bueno… creo que éste es el final de todo.
Se puso de pie y yo hice lo mismo. Me extendió la mano y se la estreché.
—Hasta la vista, señor Maioranos. Me alegro de haberlo conocido… aunque sea por un momento.
—Adiós.
Se dio vuelta y se encaminó hacia la salida. La puerta se cerró. Escuché los pasos que se alejaban por el corredor de mármol. Después de un momento fueron haciéndose cada vez más leves hasta que reinó el silencio. Sin embargo seguí escuchando. ¿Para qué? ¿Hubiera querido que se detuviera de pronto, que regresara y disipara con sus palabras el estado de ánimo en que me encontraba? Bueno, de todos modos no lo hizo. Aquélla fue la última vez que lo vi.
Nunca volví a ver a ninguno de ellos…, excepto a los policías. A éstos todavía no se ha inventado la forma de decirles adiós.

el señor de los anillos, de tolkien

este es uno de los libros mas inolvidables jamas hecho, y no es muy de ayer.
Final:

Pero Arwen salió de la Casa y la luz se le había extinguido en los ojos, y a los suyos les pareció que se había vuelto fría y gris como un anochecer de invierno que llega sin una estrella. Entonces ella le dijo adiós a Eldarion, y a sus hijas, y a todos aquellos a quienes había amado; y abandonó la Ciudad de Minas Tirith y se encaminó al país de Lorien, y allí vivió, sola bajo los árboles que amarilleaban, hasta que llegó el invierno. Galadriel había desaparecido y también Celeborn había partido, y el país que conociera estaba completamente silencioso.

Y allí por fin, cuando caían las hojas pero no había llegado aún la primavera, se acostó a descansar en lo alto de Cerin Amroth; y allí estará en el verde, hasta que el mundo cambie, y los días de la vida de Arwen se hayan borrado para siempre de la memoria de los hombres que vengan luego, y la elanor y la niphredil no florezcan más al este del Mar.

Aquí termina esta historia, tal como ha llegado a nosotros desde el sur; y después de la desaparición de Estrella de la Tarde, nada más se dice en este libro acerca de los días antiguos.

las cronicas marcianas, de bradbury



Bradbury es un dios del relato. Y este libro es su Evangelio.
Fragmento:  


La nave vino del espacio. Vino de las estrellas, y las velocidades negras, y los movimientos brillantes, y los silenciosos abismos del espacio. Era una nave nueva, con fuego en las entrañas y hombres en las celdas de metal, y se movía en un silencio limpio, vehemente y cálido. Llevaba diecisiete hombres, incluyendo un capitán. En la pista de Ohio la muchedumbre había gritado agitando las manos a la luz del sol, y el cohete había florecido en ardientes capullos de color y había escapado alejándose en el espacio ¡en el tercer viaje a Marte!
Ahora estaba desacelerando con una eficiencia metálica en las atmósferas superiores de Marte. Era todavía hermoso y fuerte. Había avanzado como un pálido leviatán marino por las aguas de medianoche del espacio; había dejado atrás la luna antigua y se había precipitado al interior de una nada que seguía a otra nada. Los hombres de la tripulación se habían golpeado, enfermado y curado, alternadamente. Uno había muerto, pero los dieciséis sobrevivientes, con los ojos claros y las caras apretadas contra las ventanas de gruesos vidrios, observaban ahora cómo Marte oscilaba subiendo debajo de ellos.

fausto, de goethe

la maxima obra sobre el Diablo, y sobre la salvacion del ser humano.
Fragmentos:

FAUSTO
¿Cuál es tu nombre?
MEFISTÓFELES
La pregunta me parece de poca categoría para alguien que desprecia la Palabra; para alguien que, desdeñando toda apariencia, busca la esencia ahondando en las profundidades.
FAUSTO
En vuestro caso, señor, se puede llegar a la esencia conociendo el nombre; esto ocurriría si supiera, con toda claridad, si os apellidáis «Señor de las moscas», «Corruptor» o «Mentiroso». Bueno, ¿quién eres?
MEFISTÓFELES
Una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien.

CORO
 Se ha parado. Está quieto como la medianoche.
El anillo cae.
MEFISTÓFELES
Cae. Todo está consumado.
CORO
Se ha acabado.
MEFISTÓFELES
¡Acabado!, ¡estúpida palabra! ¿Por qué, acabado? Lo acabado y la pura nada son exactamente lo mismo. ¿Para qué nos sirve el eterno crear? Para que lo creado se disipe en la nada. ¿Qué se puede decir de algo, si se ha acabado? Que es como si no hubiera existido y sin embargo, circula como si existiese. En lugar de eso, prefiero el eterno vacio.

SEPULTURA
ESQUELETO (Solo.)
¿Quién construyó tan mal esta casa con palas y con azadones?
LOS ESQUELETOS (A coro.)
Para ti, enmohecido huésped con vestimenta de cáñamo, es incluso demasiado buena.
ESQUELETO (Solo.)
¿Quién cuidó tan mal esta sala? ¿Dónde están la mesa y las sillas?
LOS ESQUELETOS
Las habían prestado por poco tiempo. Hay tantos acreedores...

MAGNA PECCATRIX (San Lucas, 7, 36.)
Por el amor que hizo correr
lágrimas por los pies de tu Hijo,
aliviándolos como un bálsamo
a pesar de los fariseos.
Por el frasco que generoso
su perfume dejó caer.
Por los cabellos que, sedosos,
enjugaron los santos miembros.

MULIER SAMARITANA (San Juan, 4.)
Por el pozo al que en otros tiempos
Abraham llevó sus rebaños.
Por el cántaro que rozaron
los labios del Salvador.
Por el prístino manantial
que se desborda caudaloso,
eternamente claro y limpio,
a través de todos los mundos.

MARíA AEGYPTIACA (Acta Sanctorum.)
Por el consagrado lugar
donde el Señor fue sepultado.
Por cuarenta años que pasé
de penitencia en el desierto,
sin desmerecer un dia.
Por el brazo que ante la puerta
me indico que me detuviera.
Por el sagrado adios
que dejé escrito en la arena.

LAS TRES
Tú, que no niegas consuelo
a las más grandes pecadoras
y que en los Cielos engrandeces
al que sincero se arrepiente,
concede a esta noble alma
que se abandonó una vez
sin sospechar que se perdía
el perdón que mereciese.

nana, de zola

la mejor novela francesa del 19, superior a esa bosta de Madame Bovary.
Fragmento:

Naná desapareció bruscamente; una nueva zambullida, una fuga, un vuelo a países extravagantes. Antes de su partida se había dado la emoción de una subasta, barriéndolo todo, el hotel, los muebles, las joyas, hasta los vestidos y la ropa blanca. Se citaban cifras, las cinco ventas produjeron más de seiscientos mil francos.
Una última vez París la había visto en una comedia de magia, Mélusirte, en el teatro de la Gaité, que Bordenave, sin un céntimo, acababa de tomar en un golpe de audacia; allí se encontró con Prulliere y Fontan; su papel era de simple figuración, pero un verdadero "acierto": tres posturas plásticas de un hechizo poderoso y mudo.
Luego, en medio de tan gran éxito, cuando Bordenave, frenético de reclamos, encendía todo París con anuncios colosales, se supo, por la mañana temprano, que la víspera había salido para El Cairo; una sencilla discusión con su director, una palabra que no le había convenido, el capricho de una mujer demasiado rica para dejarse fastidiar. Por otra parte, era su capricho: desde hacía tiempo tenía el propósito de ir a Turquía.
Transcurrieron los meses. Se la olvidaba. Cuando su nombre reapareció entre aquellos señores y señoras, circulaban las más extrañas historias, y cada uno daba las noticias más opuestas y prodigiosas.
Se contaba que había conquistado al virrey, y que reinaba en el fondo de un palacio, sobre doscientas esclavas, a las que cortaba la cabeza para reírse un poco. Nada de esto. Se había arruinado con un negrazo, una sucia pasión que la dejaba sin camisa y en la disolución crapulosa de El Cairo. Quince días después hubo un gran asombro; alguien juró haberla visto en Rusia. Se formaba una leyenda: ella era la querida de un príncipe y se hablaba de sus diamantes.

viaje al centro de la tierra, de verne

lo unico que se puede leer de este franchute soñador.
Fragmento:

—¡Mira, Axel, mira!
Encima de nuestras cabezas, a quinientos pies a lo sumo, se abría el cráter de un volcán, por el cual se escapaba, de cuarto en cuarto de hora, con fuerte detonación, una alta columna de llamas, mezcladas con piedra pómez, cenizas y lavas. Sentía las convulsiones de la montaña, que respiraba como las ballenas, arrojando de tiempo en tiempo fuego y aire por sus enormes respiraderos. Debajo, y por una pendiente muy rápida, las capas de materias eruptivas se precipitaban a una profundidad de 700 u 800 pies, lo que daba para el volcán una altura inferior a 100 toesas. Su base desaparecía en un verdadera bosque de árboles verdes, entre los que distinguí olivos, higueras y vides cargadas de uvas rojas.
Preciso era confesar que aquél no era el aspecto de las regiones árticas.

romancero español

debe de haber cosas mejores que el Romancero, pero no se me ocurre ninguna.

Un sueño soñaba anoche
sueñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.

Vi entrar señora tan blanca,
muy más que la nieve fría.
—¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, vida?

Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
—No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía.

—¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
—Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.

Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.

—¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña!
—¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?

Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida.
—Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;

la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
—Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,

te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare,
mis trenzas añadiría.

La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
—Vamos, enamorado,
que tu hora ya es cumplida.

el asno de oro, de apuleyo

Idem sobre la literatura latina: un milagro sin retorica.
Fragmento:

"Diciendo estas y otras cosas , con mucho brio se lanzo adentro de la cámara y sacó una redoma del baul, la cual yo comencé a besar y abrazar, rogando que me favoreciese, volando prósperamente; así que prestamente me desnudé, lanzando allá todos mis vestidos, y con mucha ansia puse mano en la redoma y tomé un buen trozo de aquel ungüento, con el cual fregué todos los miembros de mi cuerpo. Mientras con esfuerzo sacudía los brazos, pensando volverme un ave cual Panfilia se había vuelto, no me nacieron plumas, ni los cuchillos de las alas: antes los pelos de mi cuerpo se volvieron sedas y mi piel delgada se tornó cuero duro, y los dedos de las extremidades, perdido su número, se juntaron y volvieron sendas uñas, y del fin de mi espinazo salió una gran cola; de mi cara muy grande, el hocico largo, las narices abiertas, los labios colgando, las orejas, se me alzaron unos ásperos pelos, y en todo este mal no tuve otro consuelo sino que a mí, que ya no podía tener amores con Fotis, me crecía la natura: así que considerando tanto perjuicio como sufría, me vi, convertido no en un ave, sino en un asno."

electra, de sofocles



Este es, me parece, el mejor libro griego porque no trata de la homosexualidad, es breve y conmovedora la escena del reencuentro.
Fragmento:

ELECTRA- ¿Donde esta, pues, el sepulcro de ese infortunado?
ORESTES-En ninguna parte, pues quien vive no esta en el sepulcro.
ELECTRA- ¿Que dices, hijo?
ORESTES- La verdad.
ELECTRA -¿Es verdad que vive el joven?
ORESTES- Como que vivo yo.
ELECTRA-¿Acaso eres tu?
ORESTES- Fijate en esta marca que -en la piel- me hizo nuestro padre, y sabras si es cierto.
ELECTRA- iOh, queridisima luz de mis ojos¡
ORESTES- Mi querida hermana, lo admito.
ELECTRA -iOh, estrella de mi vida¡ ¿Estas aqui?
ORESTES- No hace falta que se lo preguntes a otro.
ELECTRA- ¿Te tengo entre mis manos?
ORESTES- Como me tendras en adelante.

ELECTRA- ...sabe que tu eres el hombre a quien mas he odiado y amado en un mismo dia.