viernes, 15 de julio de 2011

tom sawyer, de twain


este, realmente, es uno de esos libros eternos...nunca envejece, y ahi esta todo...la matriz de Faulkner, de Hemingway, de Los Simpsons, de Bradbury y su Green Town, de Garcia Marquez y su Macondo...es la mejor novela de Twain, pese a quienes elijan Huck Finn...porque Tom Sawyer tiene una frescura y un equilibrio milagrosos, unicos no solo en la obra de su autor sino en la entera literatura norteamericana...
(Ademas, ahora que esta de moda hacer canones sobre los 10 mejores libros, etc, etc, hechos por esos sabiolines adoraplomazos que aparecen en las revistas literarias, digo yo, que solo se que no se nada: en el 19 y el 20 hubo only dos novelas perfectas- en el 19 Tom Sawyer y en el 20, El largo adios de Chandler. Y si no estamos alli de acuerdo, a la tercera guerra mundial, y listo..)
Fragmento:

La gran viga que servía de base a la puerta había sido cortada poco a poco, astilla por astilla, con infinito trabajo: trabajo que, además, era inútil, pues la roca formaba un umbral por fuera y sobre aquel durísimo material la herramienta no había producido efecto; el único daño había sido para el propio cuchillo. Pero aunque no hubiera habido el obstáculo de la piedra, el trabajo también hubiera sido inútil, pues aun cortada la viga por completo Joe no hubiera podido hacer pasar su cuerpo por debajo de la puerta, y él lo sabía de antemano. Había estado, pues, desgastando con el cuchillo únicamente por hacer algo; para no sentir pasar el tiempo, para dar empleo a sus facultades impotentes y enloquecidas. Siempre se encontraban algunos cabos de vela clavados en los intersticios de la roca que formaba este vestíbulo, dejados allí por los excursionistas; pero no se veía ninguno. El prisionero los había buscado para comérselos. También había logrado cazar algunos murciélagos, y los había devorado sin dejar más que las uñas. El desventurado había muerto de hambre. Allí cerca se había ido elevando lentamente desde el suelo, durante siglos y siglos, una estalagmita construida por la gota de agua que caía de una estalactita en lo alto. El prisionero había roto la estalagmita y sobre el muñón había colocado un canto en el cual había tallado una ligera oquedad para recibir la preciosa gota, que caia cada veinte minutos, con la precisión desesperante de un mecanismo de relojería: una cucharadita cada veinticuatro horas. Aquella gota estaba cayendo cuando las pirámides de Egipto eran nuevas, cuando cayó Troya, cuando se pusieron los cimientos de Roma, cuando Cristo fue crucificado, cuando el Conquistador creó el imperio británico, cuando Colón se hizo a la vela. Está cayendo ahora; caerá todavía, cuando todas estas cosas se hayan desvanecido en las lejanías de la historia y en la penumbra de la tradición y se hayan perdido para siempre en la densa noche del olvido. ¿Tienen todas las cosas una finalidad y una misión? ¿Ha estado esta gota cayendo pacientemente cinco mil años para estar preparada a satisfacer la necesidad de este efímero insecto humano, y tiene algún otro importante fin que llenar dentro de diez mil años? No importa. Hace ya muchos que el desdichado mestizo ahuecó la piedra para recoger las gotas inapreciables; pero aun hoy día nada atrae y fascina los ojos del turista como la trágica piedra y el pausado gotear del agua, cuando va a contemplar las maravillas de la cueva de McDougal. «La copa de Joe el Indio» ocupa el primer lugar en la lista de las curiosidades de la caverna. Ni siquiera el «Palacio de Aladino» puede competir con ella.
Joe el Indio fue enterrado cerca de la boca de la cueva; la gente acudió al acto en botes y carros desde el pueblo y desde todos los caseríos y granjas de siete millas a la redonda; trajeron con ellos los chiquillos y toda suerte de provisiones de boca, y confesaban que lo habían pasado casi tan bien en el entierro como lo hubieran pasado viéndolo ahorcar.

jueves, 3 de marzo de 2011

el rey de un pais lluvioso y otros sonetos, de baudelaire

Baudelaire fue el Poe frances, el unico que logro expresar la podredumbre de su vida como no pudieron ni Sartre, ni Proust ni los otros.

Yo soy el rey de un país lluvioso,
Rico pero impotente, joven pero achacoso,
Que despreciando halagos de cien concejales,
Se aburre con sus perros  y demás animales.
Nada puede alegrarme: ni cazar, ni mi halcón,
Ni mi pueblo muriéndose delante del balcón.

La grotesca balada del bufón favorito
No distrae mi frente de enfermo maldito;
En cripta yo convierto mi lecho blasonado,
Y las damas, que cada príncipe hallan de su agrado,
No saben ya encontrar un vestido indiscreto
Que logre una sonrisa del joven esqueleto.

El sabio que me acuña el oro no ha podido
Extirpar de mi ser los humores corrompidos,
Y los baños de sangre que hacían los romanos,
Que a menudo recuerdan a viejos soberanos,
Revivir este cadáver tampoco han sabido
Porque tengo -en vez de sangre- agua verde del olvido...

sobre heroes y tumbas, de sabato

pese a los que odian a Sabato, la mejor novela argentina del siglo 20. Alli hay de todo.
Fragmento:

Mas no podía pensar, aunque mantenía una especie de vaga conciencia y de pesada memoria de mi infancia. Pájaros a quienes yo había arrancado los ojos en aquellos años sangrientos parecían volar en las alturas, planeando sobre mí como si vigilaran mi viaje; porque, sin pensarlo, ya que estaba como desprovisto de pensamiento, yo remaba en una dirección que parecía ser la dirección en que aquel sol nocturno se pondría horas o siglos después. Me parecía oír el batir pesado de sus grandes alas, como si aquellos pájaros de mi niñez se hubiesen convertido ahora en enormes pterodáctilos o en murciélagos gigantescos. Arriba y a mis espaldas, es decir, a lo que sería el Este de aquel inmenso piélago negro, presentía un anciano, que lleno de resentimiento, también vigilaba mi marcha: tenía un solo y enorme ojo en la frente, como un cíclope, y sus dimensiones eran tales que su cabeza estaba más o menos en el cénit mientras su cuerpo descendía hasta el horizonte. Su presencia, que yo sentía en forma casi intolerable, hasta el punto de que podría describir la expresión horrible de su rostro, me impedía volverme hacia atrás y mantenía no sólo mi cuerpo sino hasta mi cara en la direccion opuesta.
“Allí está la gruta”, recuerdo que pensé. ¿Qué gruta? ¿Y por qué yo había de llegar hasta ella? Ninguna de esas preguntas me hice en aquel momento y a ninguna de ellas podría ahora responder. Sólo sabía que debía llegar y que, costase lo que costare, debía penetrar en ella. Debo decir que se mantenía la presencia colosal del desconocido a mis espaldas. Con su único ojo, abierto sin descanso, fulgurante de odio, parecía vigilar y hasta dirigir, como un pérfido oficial de ruta, mi marcha hacia el Oeste. Sus brazos, abiertos, abarcaban todo el cielo a mis espaldas y parecían apoyarse con sus manos hacia el Norte y hacia el Sur, ocupando de ese modo toda la mitad posterior de aquella bóveda. Mi situación era tal que no tenía otra solución que marchar hacia el poniente, y dentro de aquella realidad demencial yo veía eso como una lógica y razonable conclusión. La idea era: huir de su mirada, meterme en la gruta donde yo sabía que su mirada tendría por fin que ser impotente. Así caminé durante un tiempo que me pareció de un año. El astro seguía bajando y, si bien la montaña estaba más cerca, todavía la distancia era aterradora. El último trayecto lo hice luchando contra el cansancio, el miedo y la desesperanza. A mis espaldas sentía la sonrisa siniestra del Hombre. Sobre mí sentía el vuelo pesado de los pterodáctilos, que planeaban y a veces hasta me rozaban con sus alas.

el largo adios, de chandler

la mejor novela policial, y sobre la amistad, escrita.
Final:

—Usted compró mucho de mí y por nada, Terry. Por una sonrisa, una inclinación de cabeza, un saludo con la mano y algunas copas tomadas de vez en cuando en un bar tranquilo y confortable. Fue agradable mientras duró. Hasta la vista, amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final.
—Regresé demasiado tarde —dijo—. Estos trabajos plásticos llevan tiempo.
—Usted no habría regresado si yo no hubiera descubierto todo el asunto.
En sus ojos vi súbitamente un reflejo de lágrimas. En seguida se colocó los anteojos oscuros.
—No estaba seguro —me contestó—. No me había decidido. No querían que le dijera nada a usted y yo no estaba decidido.
—No se preocupe por eso, Terry.
—Estuve en los comandos, amigo. Uno no puede ingresar ahí si es un tipo blando. Quedé malherido y le aseguro que no era nada divertido estar con esos médicos alemanes. Eso influyó mucho en mi manera de ser.
—Estoy enterado de todo, Terry. En muchos sentidos usted es un buen muchacho. No lo estoy juzgando y nunca lo hice. Lo que pasa es que usted ya no está más aquí. Hace mucho tiempo que se fue. Ahora usa ropas finas y perfume y está tan elegante como una puta de cincuenta dólares.
—No hago más que representar un papel —dijo casi con desesperación.
—Y con eso no sacó nada bueno, ¿no es así?
Sus labios se abrieron en una sonrisa amarga.
—Por supuesto. Todo no es más que una representación. No hay nada más. Aquí dentro —se golpeó el pecho con el encendedor—, no hay nada. Antes había algo, Marlowe. Hace mucho tiempo. Bueno… creo que éste es el final de todo.
Se puso de pie y yo hice lo mismo. Me extendió la mano y se la estreché.
—Hasta la vista, señor Maioranos. Me alegro de haberlo conocido… aunque sea por un momento.
—Adiós.
Se dio vuelta y se encaminó hacia la salida. La puerta se cerró. Escuché los pasos que se alejaban por el corredor de mármol. Después de un momento fueron haciéndose cada vez más leves hasta que reinó el silencio. Sin embargo seguí escuchando. ¿Para qué? ¿Hubiera querido que se detuviera de pronto, que regresara y disipara con sus palabras el estado de ánimo en que me encontraba? Bueno, de todos modos no lo hizo. Aquélla fue la última vez que lo vi.
Nunca volví a ver a ninguno de ellos…, excepto a los policías. A éstos todavía no se ha inventado la forma de decirles adiós.

el señor de los anillos, de tolkien

este es uno de los libros mas inolvidables jamas hecho, y no es muy de ayer.
Final:

Pero Arwen salió de la Casa y la luz se le había extinguido en los ojos, y a los suyos les pareció que se había vuelto fría y gris como un anochecer de invierno que llega sin una estrella. Entonces ella le dijo adiós a Eldarion, y a sus hijas, y a todos aquellos a quienes había amado; y abandonó la Ciudad de Minas Tirith y se encaminó al país de Lorien, y allí vivió, sola bajo los árboles que amarilleaban, hasta que llegó el invierno. Galadriel había desaparecido y también Celeborn había partido, y el país que conociera estaba completamente silencioso.

Y allí por fin, cuando caían las hojas pero no había llegado aún la primavera, se acostó a descansar en lo alto de Cerin Amroth; y allí estará en el verde, hasta que el mundo cambie, y los días de la vida de Arwen se hayan borrado para siempre de la memoria de los hombres que vengan luego, y la elanor y la niphredil no florezcan más al este del Mar.

Aquí termina esta historia, tal como ha llegado a nosotros desde el sur; y después de la desaparición de Estrella de la Tarde, nada más se dice en este libro acerca de los días antiguos.

las cronicas marcianas, de bradbury



Bradbury es un dios del relato. Y este libro es su Evangelio.
Fragmento:  


La nave vino del espacio. Vino de las estrellas, y las velocidades negras, y los movimientos brillantes, y los silenciosos abismos del espacio. Era una nave nueva, con fuego en las entrañas y hombres en las celdas de metal, y se movía en un silencio limpio, vehemente y cálido. Llevaba diecisiete hombres, incluyendo un capitán. En la pista de Ohio la muchedumbre había gritado agitando las manos a la luz del sol, y el cohete había florecido en ardientes capullos de color y había escapado alejándose en el espacio ¡en el tercer viaje a Marte!
Ahora estaba desacelerando con una eficiencia metálica en las atmósferas superiores de Marte. Era todavía hermoso y fuerte. Había avanzado como un pálido leviatán marino por las aguas de medianoche del espacio; había dejado atrás la luna antigua y se había precipitado al interior de una nada que seguía a otra nada. Los hombres de la tripulación se habían golpeado, enfermado y curado, alternadamente. Uno había muerto, pero los dieciséis sobrevivientes, con los ojos claros y las caras apretadas contra las ventanas de gruesos vidrios, observaban ahora cómo Marte oscilaba subiendo debajo de ellos.

fausto, de goethe

la maxima obra sobre el Diablo, y sobre la salvacion del ser humano.
Fragmentos:

FAUSTO
¿Cuál es tu nombre?
MEFISTÓFELES
La pregunta me parece de poca categoría para alguien que desprecia la Palabra; para alguien que, desdeñando toda apariencia, busca la esencia ahondando en las profundidades.
FAUSTO
En vuestro caso, señor, se puede llegar a la esencia conociendo el nombre; esto ocurriría si supiera, con toda claridad, si os apellidáis «Señor de las moscas», «Corruptor» o «Mentiroso». Bueno, ¿quién eres?
MEFISTÓFELES
Una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien.

CORO
 Se ha parado. Está quieto como la medianoche.
El anillo cae.
MEFISTÓFELES
Cae. Todo está consumado.
CORO
Se ha acabado.
MEFISTÓFELES
¡Acabado!, ¡estúpida palabra! ¿Por qué, acabado? Lo acabado y la pura nada son exactamente lo mismo. ¿Para qué nos sirve el eterno crear? Para que lo creado se disipe en la nada. ¿Qué se puede decir de algo, si se ha acabado? Que es como si no hubiera existido y sin embargo, circula como si existiese. En lugar de eso, prefiero el eterno vacio.

SEPULTURA
ESQUELETO (Solo.)
¿Quién construyó tan mal esta casa con palas y con azadones?
LOS ESQUELETOS (A coro.)
Para ti, enmohecido huésped con vestimenta de cáñamo, es incluso demasiado buena.
ESQUELETO (Solo.)
¿Quién cuidó tan mal esta sala? ¿Dónde están la mesa y las sillas?
LOS ESQUELETOS
Las habían prestado por poco tiempo. Hay tantos acreedores...

MAGNA PECCATRIX (San Lucas, 7, 36.)
Por el amor que hizo correr
lágrimas por los pies de tu Hijo,
aliviándolos como un bálsamo
a pesar de los fariseos.
Por el frasco que generoso
su perfume dejó caer.
Por los cabellos que, sedosos,
enjugaron los santos miembros.

MULIER SAMARITANA (San Juan, 4.)
Por el pozo al que en otros tiempos
Abraham llevó sus rebaños.
Por el cántaro que rozaron
los labios del Salvador.
Por el prístino manantial
que se desborda caudaloso,
eternamente claro y limpio,
a través de todos los mundos.

MARíA AEGYPTIACA (Acta Sanctorum.)
Por el consagrado lugar
donde el Señor fue sepultado.
Por cuarenta años que pasé
de penitencia en el desierto,
sin desmerecer un dia.
Por el brazo que ante la puerta
me indico que me detuviera.
Por el sagrado adios
que dejé escrito en la arena.

LAS TRES
Tú, que no niegas consuelo
a las más grandes pecadoras
y que en los Cielos engrandeces
al que sincero se arrepiente,
concede a esta noble alma
que se abandonó una vez
sin sospechar que se perdía
el perdón que mereciese.